¿Qué es lo primero que se observa cuando se visita algún pueblo apurimeño? Que la gente es simpática, amable, alegre, afectuosa, con la sonrisa y las bromas a flor de labios. Quizá lo más emblemático de este comportamiento tan típico - que resulta ser una mezcla de caballerosidad y picardía, cortesía y seducción, respeto y galantería - se da en los carnavales, cuando las pandillas masculinas y femeninas se ponen frente a frente para cantarse ingeniosas y divertidas coplas de ida y vuelta. En las siguientes líneas exploramos un poco del por qué y sobre todo el para qué de esta notable característica.
¿Será el clima un factor condicionante de este temperamento? Si el clima determina la flora y la fauna de cada lugar, con fundamento puede decirse que también influye en el carácter de las personas. Bajo esta premisa, los pueblos apurimeños que están situados en profundos valles interandinos y tienen temperaturas cálidas y tropicales, crea las mejores condiciones para que sus habitantes tengan un carácter festivo, comunicativo y alegre. Los pueblos que están colgados de barrancos y en las altoplanicies mantienen esa tendencia, ya que la orografía del Valle del Apurímac es de montañas no tan altas y con contornos circulares, a diferencia de lo que ocurre, por ejemplo, con la orografía del vecino Valle del Vilcanota, que está conformada por picos elevados y de formas más bien puntiagudas.
La antropología nos alcanza datos importantes como el siguiente: Según el Mito de los Hermanos Ayar, los antiguos habitantes de lo que hoy es Apurímac vivían en tambos o “Tampus”; precisamente, fue de “Pacaritambo” (Casa del amanecer) - ubicado en el cerro “Tamput’occo, situado a 12 lugares al Noroeste del Cusco –, de donde partieron los 4 hermanos Ayar con sus respectivas mujeres y ayllus. Esta importante referencia, además de hacer notar que el Imperio de los Incas fue fundado por los antiguos apurimeños, pone en evidencia que desde entonces los pobladores de estas zonas vivían en esta especie de albergues y centros de acopio de alimentos, que eran los tambos. Es de suponer que desde esos tiempos y lugares, los pobladores apurimeños poseen habilidades comunicativas y de trato social que sólo pueden ser propias de establecimientos como los tambos ¿No es acaso exagerado decir que en los lugares que mejor se trata a la gente es en los hoteles 5 estrellas?
Ya sea por el clima, la antropología o por lo que fuere, lo cierto es que el apurimeño encanta y cautiva. Así lo hace diariamente el humilde y desconocido hijo de estas tierras que vio en sus ancestros esa conducta y así lo hacen otros más profesionales y conocidos, como Tulio y Hugo Loza, que trascendieron fronteras con su humor en la televisión y el cine; es también el caso de destacados locutores como: los hermanos Viladegud, Dennis Vargas Marín, Carlos Cuaresma, Herbert Castro, los hermanos Infantas y cuantos otros, que heredaron la elocuencia de Juan de Espinoza Medrano (El Lunarejo). Hay también compositores y cantantes como Pepe Garay, Oscar Pinto y otros que han dejado estela luminosa en este arte. Pero sin duda, la máxima expresión de este extraordinario linaje es nuestra gran Chabuca Granda, quien al mencionar el lugar en el que nació, Ccochasaywas en Progreso, Grau, dijo: “Allí nací, entre vetas de oro, amor y sacrificio... Soy, pues, hermana soberbia y orgullosa de los cóndores; nací tan alto que solía lavarme la cara con las estrellas”. Ella es esa mezcla de vetas y los apurimeños también. Aquí, en este crisol de la naturaleza, se produce la alquimia de transformar el oro, el amor y el sacrificio, en algo tan precioso y maravilloso como es el DIVINO VERBO o “Apu Rimac”, adecuando una nueva y correcta traducción del quechua.
Los apurimeños somos pues depositarios del DIVINO VERBO y este es un poderoso don capaz de crear y transformar la realidad, “En el principio fue el verbo…” Dice el Génesis. Surge entonces la gran interrogante ¿Para qué somos depositarios de este don? Pues para hacer mejor nuestras respectivas cosas, servir con excelencia a quienes nos toque hacerlo y con ello ser cada vez más felices y mejores seres humanos. Lo que cada uno de los apurimeños hace, si lo hace conscientemente de que además está tocado por la palabra amable, gentil y amorosa, tendrá resultados extraordinarios en ese su hacer. Todo comienza por creer que esto es real y que lo poseemos en nuestros genes, luego es cosa de perfeccionarlo cada vez más. En el plano colectivo, poner unas gotas más de la vena de amor en el crisol – usando la metáfora de Chabuca - para hermanarnos y emprender juntos proyectos súper ambiciosos y notables que beneficien a todos.
En base a esta actitud, en un futuro no muy lejano, tal vez podamos ver algo más grande que lo que los árabes han hecho en el desierto, al construir ostentosas ciudades y playas allí donde sólo había arena ¿Por qué no? Es posible empezar a soñar con tener en el Valle del Apurímac lujosísimos tambos de más de 5 estrellas acogiendo a los visitantes de nuestras maravillas turísticas, en los que la excelencia sea ese trato extraordinario que sólo se alcanza con el DIVINO VERBO.