jueves, 17 de junio de 2010

Apu Rimac = Divino Verbo

¿Qué es lo primero que se observa cuando se visita algún pueblo apurimeño? Que la gente es simpática, amable, alegre, afectuosa, con la sonrisa y las bromas a flor de labios. Quizá lo más emblemático de este comportamiento tan típico - que resulta ser una mezcla de caballerosidad y picardía, cortesía y seducción, respeto y galantería - se da en los carnavales, cuando las pandillas masculinas y femeninas se ponen frente a frente para cantarse ingeniosas y divertidas coplas de ida y vuelta. En las siguientes líneas exploramos un poco del por qué y sobre todo el para qué de esta notable característica.

¿Será el clima un factor condicionante de este temperamento? Si el clima determina la flora y la fauna de cada lugar, con fundamento puede decirse que también influye en el carácter de las personas. Bajo esta premisa, los pueblos apurimeños que están situados en profundos valles interandinos y tienen temperaturas cálidas y tropicales, crea las mejores condiciones para que sus habitantes tengan un carácter festivo, comunicativo y alegre. Los pueblos que están colgados de barrancos y en las altoplanicies mantienen esa tendencia, ya que la orografía del Valle del Apurímac es de montañas no tan altas y con contornos circulares, a diferencia de lo que ocurre, por ejemplo, con la orografía del vecino Valle del Vilcanota, que está conformada por picos elevados y de formas más bien puntiagudas.

La antropología nos alcanza datos importantes como el siguiente: Según el Mito de los Hermanos Ayar, los antiguos habitantes de lo que hoy es Apurímac vivían en tambos o “Tampus”; precisamente, fue de “Pacaritambo” (Casa del amanecer) - ubicado en el cerro “Tamput’occo, situado a 12 lugares al Noroeste del Cusco –, de donde partieron los 4 hermanos Ayar con sus respectivas mujeres y ayllus. Esta importante referencia, además de hacer notar que el Imperio de los Incas fue fundado por los antiguos apurimeños, pone en evidencia que desde entonces los pobladores de estas zonas vivían en esta especie de albergues y centros de acopio de alimentos, que eran los tambos. Es de suponer que desde esos tiempos y lugares, los pobladores apurimeños poseen habilidades comunicativas y de trato social que sólo pueden ser propias de establecimientos como los tambos ¿No es acaso exagerado decir que en los lugares que mejor se trata a la gente es en los hoteles 5 estrellas?

Ya sea por el clima, la antropología o por lo que fuere, lo cierto es que el apurimeño encanta y cautiva. Así lo hace diariamente el humilde y desconocido hijo de estas tierras que vio en sus ancestros esa conducta y así lo hacen otros más profesionales y conocidos, como Tulio y Hugo Loza, que trascendieron fronteras con su humor en la televisión y el cine; es también el caso de destacados locutores como: los hermanos Viladegud, Dennis Vargas Marín, Carlos Cuaresma, Herbert Castro, los hermanos Infantas y cuantos otros, que heredaron la elocuencia de Juan de Espinoza Medrano (El Lunarejo). Hay también compositores y cantantes como Pepe Garay, Oscar Pinto y otros que han dejado estela luminosa en este arte. Pero sin duda, la máxima expresión de este extraordinario linaje es nuestra gran Chabuca Granda, quien al mencionar el lugar en el que nació, Ccochasaywas en Progreso, Grau, dijo: “Allí nací, entre vetas de oro, amor y sacrificio... Soy, pues, hermana soberbia y orgullosa de los cóndores; nací tan alto que solía lavarme la cara con las estrellas”. Ella es esa mezcla de vetas y los apurimeños también. Aquí, en este crisol de la naturaleza, se produce la alquimia de transformar el oro, el amor y el sacrificio, en algo tan precioso y maravilloso como es el DIVINO VERBO o “Apu Rimac”, adecuando una nueva y correcta traducción del quechua.

Los apurimeños somos pues depositarios del DIVINO VERBO y este es un poderoso don capaz de crear y transformar la realidad, “En el principio fue el verbo…” Dice el Génesis. Surge entonces la gran interrogante ¿Para qué somos depositarios de este don? Pues para hacer mejor nuestras respectivas cosas, servir con excelencia a quienes nos toque hacerlo y con ello ser cada vez más felices y mejores seres humanos. Lo que cada uno de los apurimeños hace, si lo hace conscientemente de que además está tocado por la palabra amable, gentil y amorosa, tendrá resultados extraordinarios en ese su hacer. Todo comienza por creer que esto es real y que lo poseemos en nuestros genes, luego es cosa de perfeccionarlo cada vez más. En el plano colectivo, poner unas gotas más de la vena de amor en el crisol – usando la metáfora de Chabuca - para hermanarnos y emprender juntos proyectos súper ambiciosos y notables que beneficien a todos.

En base a esta actitud, en un futuro no muy lejano, tal vez podamos ver algo más grande que lo que los árabes han hecho en el desierto, al construir ostentosas ciudades y playas allí donde sólo había arena ¿Por qué no? Es posible empezar a soñar con tener en el Valle del Apurímac lujosísimos tambos de más de 5 estrellas acogiendo a los visitantes de nuestras maravillas turísticas, en los que la excelencia sea ese trato extraordinario que sólo se alcanza con el DIVINO VERBO.

lunes, 5 de abril de 2010

SER Y NO SER


Una de las preguntas que más ha revoloteado en mi mente, a largo de mi existencia, es ¿Quién soy? Mis reflexiones empezaron en mi temprana infancia, cuando escuchaba decir a mi padre: “Hay que ser ser y no parecer ser”. A medida que fui escudriñando e hilvanando respuestas, me di cuenta que éstas iban orientando mis decisiones y forjando mí destino, hasta este momento en que puedo ofrecer algunas conclusiones como las siguentes:
Al principio y sin duda influenciado por mi cultura occidental, la respuesta a esa pregunta tan trascendente me pareció obvia, las cosas y yo mismo, eran de una manera o no eran. La conocida frase de Shakespeare: “Ser o no ser”, confirmaba tal hipótesis, cuando en la escuela y en la iglesia escuchaba decir: O eres bueno o eres malo, o eres virtuoso o eres pecador, entre otras cosas. Fue a partir de esa perspectiva bidimensional que aprendí a valorarme y a valorar el mundo, utilizando los juicios y calificaciones que había en mi entorno, de ese modo para ser bueno o simplemente para “Ser”, tenía que comportarme o calificar de determinada manera. Mi tribu daba la pauta y yo me acomodaba a ella y dado que esas pautas eran cada vez más exigentes, por ejemplo, no era suficiente haber estudiado, ser profesional, sino además ser exitoso y además seguir estudiando, seguir obteniendo títulos y ser más y más exitoso; entré en una espiral competitiva marcada de tensión, ansiedad y estrés. Mi sensación de “Ser” en esta carrera loca fue tan efímera, que así de fugaz pareciera haber sido toda mi vida. A veces pienso que esa carrera era más para dejar de “no ser” que para “ser”.
En medio de tal situación volvía a repetirse recurrentemente el legado de mi padre: “Hay que ser y no parecer ser”, de manera que llegaron más respuestas y esta vez desde la vertiente de la cultura oriental. El Taoismo me dijo: “Lo mejor es estar quieto, lo mejor es estar vacío. En la quietud y en la vacuidad encontramos una morada” y junto al budismo y el zen me obsequiaron la meditación, con la cual vivo hace ya algunos años. El hinduismo me dijo: Detrás de este universo visible (Maya), caracterizado por ciclos sucesivos de creación y destrucción, hay otra existencia verdadera y sin cambios a la que se llega mediante reencarnaciones. Me pregunté entonces ¿Qué hago tomándome tan en serio un mundo de sueños ilusión y fantasía? Incluso ¿Qué hago planteándome la pregunta: quién soy? Desde esta perspectiva, percibí que simplemente “No soy” y cada vez que medito y llego a ese estado de calma mental, cuando observo desde otra dimensión, mi ser más profundo que ya no es un individuo, puede corroborar eso.
Qué situación tan curiosa es esta, cuando de pronto puedo experimentar que “Soy” y que a la vez “No soy”. Tengo un camino en el que siento la necesidad profunda de afirmarme, de reconocerme y que me reconozcan y tengo también otro camino en el que “No siendo” me siento completo. El primer camino es mi vía afirmativa, es una senda de búsqueda y de esfuerzo, es el yang del yin-yang, es mi lado masculino. El segundo camino es mi vía negativa, es una senda de espera sin ningún esfuerzo, es el yin del yin-yang, es mi lado femenino.
Ambos son mis caminos y necesito recorrerlos cada tanto, cada uno es tan importante como el otro, tengo la exigencia suprema de “Ser” y de “No ser”, como mi sístole y mi diástole, como mi respiración y exhalación. Si me quedo en mi experiencia de sólo “Ser”, me posee mi ego y me tiraniza impidiéndome evolucionar. Si me quedo en mi experiencia de sólo “No ser” entro en un estado de letargo y aturdimiento, como si estuviera muerto en vida y tampoco evoluciono. De ambas maneras puedo ser completamente infeliz, si sólo estoy en una de ellas.
Pero entonces ¿Cuál es la verdad, si la verdad es una sola? ¿Es el camino del “Ser” o el camino del “No ser”? ¡Qué paradoja!
Alguien dijo: “Cuando estás frente a una paradoja es porque encontraste la verdad” ¿Podrá ser entonces ésta la verdad? “Ser y No ser” en lugar de “Ser o No ser”.

Lima,04/04/2010
VHer

viernes, 12 de marzo de 2010

EDITORIAL

Bienvenidos y bienvenidas a este sitio en el que reflexionamos sobre probables respuestas a preguntas trascendentales que los seres humanos nos hemos formulado desde cuando empezamos a tener uso de razón. Preguntas como: ¿Quién soy? ¿Para qué estoy aquí? ¿Por qué a mí? ¿Para quién más?, etc., van esculpiendo las imágenes de cómo vemos la vida y el mundo.



Y ¿Para qué responder estas preguntas trascendentales? Pues, para saber qué sentido tienen nuestras vidas y con ello crecer en conciencia o, lo que es lo mismo, en esa capacidad de darnos cuenta.



Y ¿Para qué encontrar sentido a nuestras vidas y crecer en conciencia? Para ser más felices e iluminar nuestras existencias con alegría, amor, paz, sabiduría... Cuanto mayor sentido le encontremos a nuestras vidas, desde lo más profundo de nuestro ser, mayor será la felicidad y desarrollo humano que alcancemos.



“Pregunto, luego existo”, pretende dar un paso adicional sobre la propuesta cartesiana: “Pienso, luego existo”, en el sentido de ir más allá de la razón pura. Utilicemos también la intuición y todas las potencialidades inherentes a la raza humana, para responder nuestras preguntas fundamentales y avanzar hacia la realización personal.



La invitación está hecha, ahora toca que la sabiduría que mora en lo más recóndito de ustedes salga a conquistar la luz. Su espada será la pregunta y su bandera será la respuesta.